Por Cristian Medina
Dicen que lo que bien se aprende, no se olvida, y más, si el maestro que tuviste fue uno de esos de los buenos, de los que te entienden, de los que se preocupan por ti, de los que quieren que tú lo hagas mejor, porque algún día, cuando menos lo pienses, deberás hacerlo por ti mismo, pero tendrás la satisfacción de haber aprendido de él, del mejor.
El legado continúa. Sí, aunque esta vez fue extraño, no se escuchaba su voz, sus ocurrencias, intentabas verlo en algún lugar de allí, por lo menos un ratico. Habría sido suficiente. Nada de eso podía suceder, era imposible, pero, todos sabemos que siempre estará en medio de ellos.
La gente estuvo allí, en el mismo sitio, como todos los martes, esperando por ese pan bendito, quizá, el único de ese día.
Es la tarea de los misioneros, no les queda de otra. Dios los eligió como sus discípulos y miren qué afortunados son.
El paseo Manamo les echó de menos, y aunque hay un vacío enorme, siempre habrá alguien que les motive a seguir adelante con este legado, uno que inició la congregación La Consolata en la persona de nuestro querido amigo K’okal, y que ahora más que nunca no debe apagarse.
Orla y compañía retomaron la tarde de este martes 23 de enero sus jornadas en las adyacencias del malecón, con la entrega de arepas rellenas y avena. Allí compartieron con los indígenas, algunos no indígenas.
Como en los viejos y buenos tiempos… continuará…
Vamos a encontrarnos en Telegram https://t.me/Tanetanaedelta