En una nación árabe estuviera preso y punto

Pareciera que estamos en presencia de una nueva cultura de antiordenamiento constitucional

Entendemos por sociedad, en termino amplio, un conjunto de individuos que viven y conviven bajo normas comunes, ya sea en sentido general o en función de especificidades, como el caso de los ámbitos mercantil, penal y civil, entre otros.

Es un concepto de dominio público, cuyo único fin es demostrar nuestra preocupación ante acontecimientos y sucesos, que demuestran que un vasto sector de la sociedad venezolana ha sucumbido a la confrontación política in extremis, apostando a la anarquía.

Al grano: hubo un hecho que se hizo viral en las redes sociales, donde afloró lo más rancio de algunas personas con poco digerimiento estomacal. Un comerciante de origen extranjero se desplazaba por una de las calles de la ciudad de Tucupita, en un vehículo de dos ruedas (moto) en compañía de dos menores de edad sin casco, recibiendo el llamado de atención de una brigada policial que, por órdenes y orientaciones superiores, debía llamarle la atención por trasgredir las normas de seguridad vial.

Desde el primer momento se niega a detenerse, presuntamente golpeando en medio del forcejeo una agente femenina, viéndose los policías obligados a poner en práctica los conocimientos de fuerza proporcional y progresiva, a fin de inmovilizarlo. Por cierto, el cumulo de iracundia le pasó factura, fatigándose.

Cómo es lógico un grupo de comerciantes salió a solidarizarse con él. La jerarquía gremial se presentó en el lugar y hubo expresiones subidas de tono, bastante ofensivas. Peor aún, esa reacción generó otra en cadena, en la que, en redes sociales hasta se les deseo la muerte a los policías.

En medio de la barahúnda, cabe preguntarse: ¿fue acaso una actividad política? ¿Cómo lo verán los padres, hermanos, hijos y familiares de estos servidores públicos, que están orgullosos de ver cristalizados sus esfuerzos y reposan las esperanzas de futuro en la carrera policial?

Por supuesto que hay quienes matraquean, aclarando que los honestos, aquellos con genuina vocación de servicio son la gran mayoría.

Al momento de apuntar con el dedo y zaherir con la voz, me pregunto: Del lado de los acusadores, ¿no hay especuladores y acaparadores?

Quien esté libre de pecado que lance el terrón. No pretendo ser el abogado del diablo. Es mi apreciación personalísima y una vez más, la invitación a acudir a la balanza, sinonimo de equilibrio y símbolo de la medida del buen comercio.

También símbolo de la Justicia.

 

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