Dicen que bastaron y sobraron 100 días para convencer a la jefa
Suyivan Bermúdez padeció el destierro político y regresó. Exiliado en Caracas, se desempeñó como jefe de la brigada motorizada del CPNB retornando tiempo después al Delta, para jugar banca mientras transcurría el tiempo requerido para su jubilación.
Consciente de las vueltas que da la vida, esperó paciente y obtuvo su premio, fue designado secretario de seguridad estadal.

Todavía sin creérselo, está por dar un salto de orden superior, sonando para el cargo más postergado y que mayores expectativas genera en la actual gestión, el de secretario general de gobierno.
El funcionario policial y abogado, curado de sustos luego de recorrer día y noche los peores barrios de la capital, escucha los cantos de sirena y mira para otro lado, como si no fuera con él. Lo designen o no, seguirá durmiendo apaciblemente, sin pesadillas, en paz con su conciencia.

El hombre de la Samurái verde, única en Tucupita, en el último escalón del escalafón policial, de grata conversación e inteligencia despierta, se levanta cada mañana antes de salir el sol, culminando sus labores a la hora que sea, con el mismo ahínco y tesón de siempre.
Suyivan aprendió que, con Fe, rectitud y honestidad, no hay mal que valga.
