No escatimaron esfuerzos ni gastos
Se presentó con artillería pesada, disputándole a Oceánica el nicho de las FM, que esta había acaparado.
Se puso de tú a tú, latiéndole en la cueva, con las mismas armas y hasta mejores: móvil, locutores de otros estados, director de la capital de la República, mayor potencia, sonido depurado, en fin, bien apertrechada.

Tan potente era en sus inicios, que redujeron la potencia debido a que invadían los diales 92.9 de Monagas.
En cuestión de días, ya compartían el mercado, en un pulso sostenido en el que nadie cedía un centímetro.
La yunta Nemer-Latouff se blindó de pies a cabeza, adentrándose con fuerza y fuelle en la torta publicitaria.

En cuanto a la guerra de micrófonos y producciones, disparándose a quemarropa voces estruendosas y jingles de impacto, amenazaban con devorarse, bien sea, engullendo la Oceánica el caudaloso Orinoco o arropando el majestuoso Orinoco el ancho mar de Oceánica.
Fueron días festivos, con Radio Tucupita agonizante y la vida política del estado girando en torno a las radios.
Al cabo de un tiempo, la 92.9 aminoró la marcha -las cuentas no cuadraban- y, tanto ella como la 98.5, comprendieron que esa conflagración sin cuartel terminaría acabándolas, volviendo meses después a la normalidad.
Cansadas y agobiadas, bajo los designios del todopoderoso mercado, se distribuyeron anunciantes y ganancias en igual medida y cantidad.
Luego vinieron las demás FM, pero esa ya es otra historia.
