Los habitantes de la comunidad indígena de Nabasanuka, en el municipio Antonio Díaz, armaron un pesebre para el Niño Jesús justo a un lado de la cancha techada, muy cerca del lugar donde descansan los restos del padre de los indígenas, Damián Blanco.

Los nabasanukeños se pusieron de acuerdo y decidieron que el nacimiento quedaría cerquita del sepulcro del sacerdote, quien dedicó su vida a servir a las comunidades de Nabasanuka, Guayo, Araguaimujo y otras zonas vecinas. Con este gesto, la gente demuestra el cariño enorme que todavía le tienen al padre Damián.
El padre Andrés, el misionero que está ahora en la comunidad, también se sumó al trabajo. Entre él y los vecinos levantaron el pesebre con mucho esfuerzo y con ese toque de amor que siempre le ponen al Niño Jesús.
En la “casita del padre”, como la llaman muchos, se pueden ver fotos del sacerdote, pancartas sobre su vida y varios recuerdos de lo que logró en sus últimos años.
La comunidad no se queda atrás: además del pesebre, mantienen vivos los recuerdos del padre Damián, que dejó una huella grande en todos ellos.


