
En el salón de reuniones de la residencia de gobernadores congregó a “su gente”
En su fortín, donde reinó de forma casi absoluta durante 16 años y al que no le disgustaría volver.
Hecho a su medida, rescatando un espacio al que mandatarios anteriores no le prestaron mayor atención y ella convirtió en su gran anfiteatro.

La casa funcional del PSUV. Mientras la sede del partido de gobierno permanecía cerrada, el recinto físico más amplio de la gobernanza deltana, el paraninfo de una casa que no era casa, sino ámbito utilitario, se llenaba, mínimo, una vez a la semana.
Una sala tipo catedra, en la que se crecía dando muestras palpables del poder que llegó a atesorar, mayor que el de ningún otro gobernante.
A la médico forense le costará dejarlo, no hubo político que no la escuchará en ese lugar, ni dirigente que no la viera en el centro del amplio mesón de cabecera, esgrimiendo el dedo índice en señal de dictamen. Oficialistas y opositores pasaron por allí, nadie quedó fuera.

Y luego de decirlo todo, de no guardarse nada, de vaciar el manual de instrucciones, venia la otra reunión, en la oficina contigua a la que pocos entraban, la de la verdad, para terminar de “amarrar”.
Si una persona ha sabido enmarcar, configurar, delinear y emplear los símbolos del poder a su favor, es Lizeta.
