Yánez incendió la pradera

El Prof. Ramón Antonio Yánez levantó el hacha de la guerra.

Luego de atravesar el país de extremo a extremo, como quien emprende una campaña admirable y detenerse largo tiempo en el nororiente bajo el abrigo del seno familiar, dándose unas merecidas vacaciones que quizá nunca tomó, regresó con el cuchillo entre los dientes, la lanza en ristre, la cacerina repleta y el corcel enfilado hacia el corazón del Ejecutivo deltano.

Sin tener clara idea de la razón puntual que lo llevó a disentir tan acremente de una gestión de gobierno a la que perteneció hasta no hace mucho en calidad de guía o mentor político, sorprendió a propios y extraños con un discurso incendiario y provocador, inscrito en el periodo de tiempo transcurrido desde que él se apartara de los círculos del poder: “no veo progreso, no veo desarrollo, los barrios están estancados…” en clara alusión a su visión del presente, desconectada del pasado próximo cercano del que formó parte.

“Hace mucho que aquí no hay una obra de importancia… Debemos acercarnos más al pueblo, sentir lo que ellos sienten… No llegamos a ocupar cargos importantes para meternos en una oficina y despachar desde allí, para oír de quien no siente nada las quejas del pueblo… Lamento muchísimo decir que no se pueda superar la gestión del alcalde Ramón Antonio Yánez… Yo soy socialista de verdad, no socialista de mentira…” entre otros señalamientos que continuaron varios minutos mientras respondía las llamadas de los radioescuchas del programa de Jesús Aníbal Cornejo, a través de Okey 104.9 FM.

A pesar de que manifestó haber renunciado hace mucho a la posibilidad de ser postulado a cargo alguno de elección popular, hay quien piensa, recordando la edad que tenía el expresidente Caldera cuando, con 78 años gobernó Venezuela por segunda vez, que Yánez podría aspirar a cerrar las cuentas de su rosario con el único rango que le falta entre aquellos que dependen de la voluntad del pueblo, la gobernación del Estado.

Podría ser que al igual que Caldera, hubiese medido y calibrado este momento político, urgida como está la gente de voces que activen su necesidad de drenar el descontento.

Lo cierto es que el profesor se puso a la cabeza de un cuerpo amorfo sin liderazgo visible, que buscaba un ideólogo y estratega dispuesto a guiarlos, en espera de que llegue el caudillo o la caudilla que los conduzca 14 años después hasta la esquina en calle Bolívar del edén.

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