No es que Lizeta durmiera ni que pensara en retirarse sin culminar su IV periodo de gobierno. Tampoco que la esperara un ministerio o padeciera algún tipo de enfermedad, ni siquiera que tramara, al igual que lo hizo Lacava en una ocasión, cansado de gobernar, irse a su casa y decir se acabó, hasta aquí llegué, nada que ver, simplemente, lo de Yánez no entraba en sus cálculos.
¿Qué es lo de Yánez? Aunque el avezado político sugiera que hablen de él como un hombre de pueblo “al que le gustan los boleros, las rancheras y es magallanero”, la verdad es otra. Apareció de la nada, como quien insurge de repente, inadvertidamente, dando una remezón al follaje.
El otrora rojo, luego naranja y después, rojo otra vez, sacudió con fuerza la palma, al punto, que el coco que cayó, a alguien le golpeó la cabeza removiéndole el entendimiento. Luego, casi al instante, sucedió lo demás.
A partir de ese momento, a la que iba edificando poco a poco el edificio de la sucesión, preparando concienzudamente su aterrizaje en otro plano político desde el cual regular, cual termostato, la temperatura política en el Delta, le hizo girar en redondo, en semejanza al histórico “vuelvan caras”, metiéndose en los sabanales de la refriega, y en la canícula ardiente de los pastizales radiales de las mañanas y los mediodías en Casacoima y Tucupita.
Consciente de la maniobra, al estilo de quien se sumerge y reaparece luego en otro sector de la superficie, “Toño” sopló la humeante pólvora, enfundo la pistola y se puso a buen resguardo tras una empalizada de arena, esperando una nueva ocasión para jalar del gatillo. Cabe señalar, que aun siendo balas de salva, el ruido de la explosión ha puesto inquieto a más de uno y arruinó la siesta a la mandataria.
De algo le sirvieron sus 81 años de vida, con más de 60 dedicados a la política y el haber atravesado por los códigos policiales, la insurrección armada, la lucha electoral, la construcción de un partido, los distintos ámbitos y niveles de gobierno, y la arquitectura constitucional del país.
Es menester aclarar, no hemos dicho que le quite el sueño, únicamente que la despertó del letargo de la recién adquirida paz política, con una oposición descoyuntada y los rivales internos más cerca y más controlados que nunca, sujecionados a la inmensa telaraña interna que ha sabido tejer.
Yánez la conoce bien y quiso aprovechar una falla sísmica representada en las fuerzas que operan desde el nivel central, en particular desde el ministerio más grande del país, para generar un tsunami en su tierra.
¿Lo logró? El tiempo lo dirá. Habrá que esperar su –otra- replica. Amanecerá y veremos.
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