Hijo ilustre de la ciudad y Orden Honor al Mérito del Delta
Trabajo, ahorro y economía fueron tres palabras claves en la vida del luso venezolano.
Pilar sobre el cual se irguió parte de la colonia portuguesa, dio cuanto tenía para ofrecer a su tierra de adopción.
Se esforzó al máximo, levantó familia, consolidó emprendimientos, generó fuentes de empleo, se ganó a pulso lo que obtuvo y sembró de solidas construcciones la capital deltana.
En jornadas interminables, desempeñando distintos roles, desde el lejano oficio de carpintero hasta el de administrador de sus establecimientos, se vio a sí mismo y lo vieron, como un ejemplo a seguir y la clara imagen de alguien, cuyo sudor en la frente de día, de tarde y de noche, fue la base de su bienestar y el de muchos que lo siguieron.
Piedra angular en la etapa contemporánea de la ciudad, la sembró de testimonios como los bancos de la catedral Divina Pastora y las obras que hacen de la nuestra, una metrópoli con atisbos de modernidad.
Residiendo de nuevo en su lugar de origen, allende al Atlántico como lo estuviera al Orinoco, partió con viento fresco y buena mar al espacio infinito del que no volverá.
Dios lo tenga en su Santa Gloria.
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