Los presentes le ofrecieron peces y cuidaban del ave, demostrando así que los deltanos protegen la naturaleza.
La presencia de un pelícano en Tucupita desató todo tipo de teorías de malos augurios, entre los que destaca una científica: la muerte del caño Manamo; una realidad que cada día se va consumando debido a su cierre en 1966.
El mercado municipal de Tucupita se vio alborotado con la presencia de un pelícano el pasado 2 de octubre. La razón: no suele haber esta especie de aves en esta localidad porque en teoría no hay lagos, pantanos ni ríos de agua salada; al menos no en la capital deltana, aunque sí al norte, en Pedernales, a unas cuatro horas por vía fluvial en una embarcación de unos 50 kilómetros por hora.
No obstante, varios de los presentes se refirieron a la cuña salina que cada día va cobrando terreno e invade más al Delta por el norte. El caño Manamo, al no tener la suficiente fuerza en sus corrientes de agua, no puede contrarrestar las mareas marinas, por lo que el agua salada penetra más territorio por este afluente del río Orinoco.
La presencia de un pelícano ya no debería ser extraño bajo esta teoría que está basada en estudios de impacto tras el cierre del caño Manamo. La vegetación y todo el ecosistema de agua dulce comienza a morir progresivamente al norte de Delta Amacuro; esto representa un mal augurio más allá del elemento cultural de lo que supone creer en factores espirituales, entre otros aspectos no científicos ni verificables.
El pelícano que posó en el área de pescadería del mercado municipal de Tucupita desató la curiosidad entre los presentes, quienes lo vieron como muy extraño y vaticinaron tiempos más difíciles para los deltanos: hambre, tormentas y sismos.