Un nuevo modus operandi, con menor riesgo para las mafias que operan desde Trinidad y Tobago, está llevando al matadero de la prostitución a jóvenes deltanas.
La supuesta amistad tejida a través de las redes sociales, lleva a las víctimas a confiar en supuestas hermanas de la vida, casi siempre paisanas, que se ofrecen a ayudarlas sin ningún interés y luego las “venden” al llegar a la isla.
Una de las víctimas –bajo convenio de estricta confidencialidad- relató a este medio, que su contacto le aseguró servirle de fiadora asumiendo, hasta tanto pudiera pagárselo, el costo del transporte desde el Delta hasta la nación caribeña, garantizándole además un trabajo bien remunerado «para que pudiera defenderse y forrarse en plata», y luego, una vez en el lugar, la vendió por 20.000$.
Según la declarante, después de ser usada y abusada por espacio de tres meses, sin saber realmente cuando terminaría de pagar la deuda, pudo huir gracias a un cliente que decidió ayudarla.
En su testimonio, indicó que les son retenidos los documentos de identidad y si logran escapar, la propia policía trinitaria las ubica y devuelve a sus captores “trabajan en complicidad, los funcionarios policiales colaboran con las mafias”.
En su narración de esta especie de infierno terrenal, afirma tener conocimiento de compañeras venezolanas que fueron retornadas por haberse enfermado y no servirles “si no respondemos a los tratamientos improvisados que nos aplican, nos desechan”.
“Es horrible, podemos estar, de acuerdo con el movimiento, con hasta 8 o 10 hombres al día, sometidas a los tratos más aberrantes, como si fuéramos objetos o animales y a nadie le preocupa en lo más mínimo, nuestra tarea es producir” expresó.
“Me da dolor ver a algunas jovencitas deltanas, inocentes, “caídas de la mata”, inexpertas, que son obligadas a hacer cosas que jamás imaginarían y terminan rotas física y psicológicamente, y aun así son obligadas a repetir la experiencia una y otra vez, es un drama de nunca acabar” señaló.
La dama, a quien denominaremos “la flaca”, indica que algunas muchachas fueron afortunadas “una chama de Tucupita sabia inglés y cuando la supuesta amiga la estaba entregando, escuchó lo que hablaban y pudo escapar, pero no todas tienen esa suerte”.
Libre del purgatorio, nuevamente en su país alerta “no se dejen llevar, les mienten, no hay tal amistad, cobran en dólares por las muchachas que logran captar y las entregan impunemente, esas grandes ofertas son la puerta de entrada a un infierno del que, si logran salir, quedaran marcadas para toda la vida, préstenme atención por favor”.
Su conmovedor relato nos lleva a secundar la solicitud que formula a gritos: cualquier ofrecimiento de ese tenor prometiendo el paraíso, disfraza las puertas del más abyecto y retorcido destino, quitando hasta las ganas de existir.
Por más difícil que pueda ser la situación en nuestro país, no debemos cambiarla por una experiencia que destroza la autoestima, vulnera la dignidad y hace mella en el cuerpo y la mente, dejando huellas imposibles de borrar.
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