Falleció el armenio de platino, el midas que convertía en oro cuanto tocaba.
Su nombre fue sinónimo de una época. Cuando se hacía referencia a la buena fortuna, emergía su identidad.
Representó la pujanza empresarial y la fortaleza política en grado sumo, en una hábil y equilibrada combinación de ambas.
Cuando lo creyeron caído, se levantó rápidamente ocupando nuevamente su privilegiada posición, por algo era Juan Nazarián.
Sobre él se tejieron mitos urbanos difíciles de creer, como que auxiliaba al estado cuando no podía pagar y respondía por los compromisos contraídos por los gobernantes ante los operadores políticos, sosteniendo los hilos de su liderazgo.
Con un extraordinario don de gentes, sabia como tratar a cada quien ganándose su confianza. Con la misma facilidad con que amasó amigos, amasó dinero.
Antes y después del más conocido de los Nazarián, no ha habido alguien sobre quien se hablara tanto, identificando modos y maneras de un tiempo conocido como la IV República, representando parte de su esencia.
Se fue Juan y con él la columna dórica de una historia.
Está previsto que sus restos sean enterrados en el cementerio viejo de Tucupita, este jueves 21 a las 11 am.
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