«Se acorta el tiempo para evitar una tragedia en el Delta del Orinoco»

Tucupita enero 2023

Rogelio Rodríguez Rodulfo

CI: 3.046.076

«No hay quien vele por la infraestructura que nos protege de las inundaciones del Orinoco, y cada creciente y tiempo de lluvias que pasan empeoran su estado.»

Confrontamos al río Orinoco, uno de los más vastos de la tierra. Su caudal supera proporcionalmente el del río Amazonas, considerado el mayor del planeta. Su Delta, uno de los más grandes, fué intervenido hace 56 años para, entre otras cosas, «rescatar» de las inundaciones unas 300 mil hectáreas y amparar de sus «crecidas» a la población que moraba en ese espacio, y que hoy alcanza el 80% de la población de Delta Amacuro, además de un número no menos importante de la población del Sur del estado Monagas. Con ese fin fueron represados los 3.600 m3/ seg. del caudal del caño Manamo, su segundo brazo.

La negligencia gubernamental, la indolencia ciudadana y el Cambio Climático nos han expuesto y nos exponen a una tragedia. No es exagerado ni descaminado razonar que el pésimo estado del Sistema de Protección de Inundaciones podría depararnos una situación aún más catastrófica que la acaecida recientemente en parte importante del territorio nacional, por efecto de las lluvias y el crecimiento de los ríos. En nuestro caso las proporciones son otras. Se trata del caño Manamo, quien carga con el 11% del caudal del Orinoco. Hoy, por razones de mengua de la infraestructura y cambios en el comportamiento del Orinoco, corremos grandes riesgos de perder el control sobre el río.

A más de 50 años del «cierre» la población sigue desconectada del río, sin conciencia de lo que significa esa obra, y sin saber que tanto depende de ella. Ni sospecha que ante una falla, en uno de sus puntos vitales, durante una «creciente» ordinaria o normal, todas las islas, incluso la isla Tucupita, serán sumergidas en un 90 a 95%,… solo quedaría «en lo seco» del 5 al 10% de su superficie, representada por el borde u orilla del río. Ahora si se trata de una «creciente» extraordinaria como la del 2018 todo el Delta, sin excepción, quedará bajo las aguas.

En los últimos 40 años la atención insuficiente de la obra y su abandono han conducido a un deterioro considerable de la infraestructura. A ello hay que agregarle las mermas significativas que a lo largo de los 94 Km. del «muro de contención» le ocasionan: propietarios de ganado y agricultores, además de las consecuencias que conlleva la invasión, por la ciudadanía, del área reservada al Sistema para su mantenimiento, y el desmedro de la obra por el urbanismo allí enclavado; donde todos, sin excepción, usan y abusan de la obra con el consentimiento del Estado. Por todas esas razones los estragos y el peligro subyacente se acrecientan y la población, lejos de exigir con firmeza al Estado que le proporcione seguridad y no zozobra, opta por no «complicarse la vida», y conforme prefiere quedar a la buena de Dios…

El limbo y la indiferencia campea en la comunidad deltana, y tal abandono propicia el habitual descuido del Estado en el mantenimiento de las obras públicas, al extremo que le dieron la «espalda» a la citada infraestructura, no se toman previsiones para su debido mantenimiento, y fué dejada al azar de las circunstancias,… no obstante tratarse de una infraestructura que repele las aguas que sumergían 300 mil hectáreas.

La ausencia de conciencia de los gobernantes sobre la relevancia de la obra impide colocarla en el lugar que le corresponde. Así, en vez de tomar previsiones para su debida atención, el gobierno local despreocupado se desentiende y argumenta: ¡no hay recursos! En la misma tónica y con el mismo estilo, ante el comportamiento inusual del río en el año 2022, que perfilaba un ascenso superior al del 2018, las autoridades desestimaron la gravedad del asunto y jocosamente advertían: «si se va el muro nos van a buscar por allá, por Trinidad y Tobago…

Ante esa actitud de los que tienen a cargo el debido funcionamiento de las obras públicas, que revela, entre otras cosas, el abandono de las obligaciones del Estado con la ciudadanía, al extremo que evade o no se ocupa de responsabilidades cruciales para la seguridad del 80% de la población… Ante esa irresponsabilidad el deltano, como si no se tratara de asuntos que ponen en riesgo su vida misma y la de los suyos, no se siente aludido y para su comodidad peca de ingenuo, piensa y dice: el gobierno no va permitir que eso ocurra…

¿ESTAMOS FATALMENTE CONDENADOS A PADECER UNA TRAGEDIA?

El Estado, por órgano de sus Instituciones, ha estado al corriente de las menguas del Sistema, cosa que se ha venido denunciando desde hace unos 30 años. En el interín contó con una ingente proporción de recursos que le permitió «blindar» la economía y disponer de reservas «excedentarias»…

Ahora, habida cuenta que fondos no han faltado, cabe la pregunta:

¿Porqué no se han previsto recursos para evitar lo que podría ser una tragedia en un importante segmento de la población venezolana,… si a la par NO SE HAN ESCATIMADO FONDOS DEL TESORO NACIONAL PARA ATENDER NECESIDADES DE OTRAS NACIONES, ADEMÁS DE SOCORRERLOS EN SUS EMERGENCIAS?

Hoy, por las razones antes expuestas, más de 100 mil habitantes del Estado Delta Amacuro y un nùmero no menos importante del sur de Monagas, se encuentran al garete y a merced de un Orinoco impredecible y «agigantado» por efectos del Cambio Climático,… y el Gobierno con su invariable respuesta: ¡NO HAY RECURSOS!, nos impone una tragedia.

¿SEGUIREMOS IMPÁVIDOS, INDIFERENTES, SIN MOVER UN DEDO PARA EVITAR LO QUE PODRÍA SER UNA CATÁSTROFE?

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