Noel Mejías
ConTexto Argumentativo
Viajar de Tucupita a Santa Catalina, es como un crucero que nos hizo recorrer varios pueblos y sectores ribereños del Orinoco. Llegar a la primera calle en Santa Catalina, es una extraordinaria experiencia en donde es fácil perder el aliento.
Hacer el recorrido, desde bajarse de la curiara (peñero) hasta la casa de Donato o de Sirenia, es enfrentar un pasaje peatonal cuyos escalones son de piedra o cemento. Es ascender las “Cien escaleras al cielo”, que hacen del caminar un ejercicio para desentumecerse luego de pasar unas cuantas horas sentado en el bote o curiara
Santa Catalina es “El pueblito más lindo de Tucupita”, dicen quienes embelesados por el atractivo del pueblo, ignoran que el Delta del Orinoco es muchísimo más que Tucupita, la capital del Estado.
Santa Catalina es “El pueblito más lindo de Tucupita”, lo dicen quienes no conocen ni han escuchado decir que “Catalina” es un pueblo independiente de Tucupita, como también lo son: Curiapo, Pedernales, Sierra Imataca, Barakataina, Musimurino o Jerisabanoko,
Referirse a Santa Catalina, no es más que un intento para reflejar el fluir de la vida cotidiana de un pueblo, con sus calles, casas revestidas de colorido y flores, acompañadas por aquellas verdes montañas llenas de vegetación, iglesia, Escuela Granja liceo, plaza Rómulo Gallegos, parque infantil, oficina de Ipostel, Comisaría, Red eléctrica y de agua potable, medicatura, estadium, cancha deportiva, policía; además de variados comercios, donde muchas cosas, elementos y factores han ayudado al asentamiento de los pobladores autóctonos y esos que en diásporas vinieron de todo el mundo: margariteños, guyaneses, trinitarios y colonia nacional venezolana, gente agradables y cordiales dispuesto a prestar toda la ayuda y colaboración a sus visitantes..
Gente que puede verse e identificarse por la utilización de algunos giros lingüísticos, regionalismos, localismos, términos autóctonos y hasta extranjerismos; pero que aquí, con la siembra del cacao, del café, de la copra, con la antigua explotación del hierro, maderas, ganadería y pescado o haciendo comercio y servicios, han ayudado al desarrollo de este hermoso pueblo.
Un pueblo que poco a poco crece pero todavía conserva intacta su arquitectura original y pareciera que allí el tiempo no pasara, para conservar el recuerdo de quienes dejaron su huella de múltiples maneras.
Santa Catalina, con sus atardeceres inigualables con vista a El Potrero (Isla de Tórtola) que en conjunto con el anchuroso caño y las casas del pueblo en lo alto del cerro, hacen de “Catalina” toda una obra de arte, en la que familias de aves que posan sobre los árboles, conforman un tibio regazo de ensueño donde el tiempo no cuenta la edad.
Popular por su celebración de sus fiesta patronales, con su despertar musical y juegos tradicionales; tardes de procesión, bautizos, rosarios y misa en honor a su venerada Virgen. Noches rumba, de Fuegos artificiales y el tradicional Baile de los Viejos.