Hijastra contó de la A a la Z lo que hacía el santo varón en su boca y entrepierna
Era pareja de la madre y, por ende, protector de la adolescente. Además de, devoto evangélico.
Cinco meses atrás, olvidó sus deberes parentales, dio la espalda a la Palabra y se adentró por el camino retorcido de la lujuria y el deseo sin freno.
Primero, al salir del templo ubicado en la comunidad El Palomar, municipio Tucupita. Aprovechando su autoridad sobre la víctima, la condujo al callejón cercano, dando rienda suelta a sus bajos instintos. Ocurrió, al menos, dos veces.
Luego, presa de las pasiones desbordadas, acudía a la casa de familia cuando no estaba su pareja y repetía las agresiones no consentidas.
Hasta que, un día, la progenitora vio a su niña de 14 años llorar, enterándose del doloroso hecho. No hubo muro de contención posible, fue un momento de liberación en que la oscura verdad afloró.
Con una profunda herida abierta por dentro, de esas que no se ven y duelen tanto como una puñalada en el pecho, corrió a Politucupita y formuló la denuncia.
A la velocidad del rayo lo detuvieron, presentando el caso ante el Ministerio Público, trasladándola de inmediato al Servicio Nacional de Medicina y Ciencias Forenses (Senamecf), para constatar legalmente la agresión.
S. J. Jiménez de 30 años tendrá la opción de procurar probar su inocencia o hacer un mea culpa intentando purgar el diablito que lleva por dentro.
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