Al caer la tarde el señor Epifanio se embarcó en su curiarita y remó hasta la isla de Guara, la localidad del estado Monagas separada de Tucupita, en Delta Amacuro, por el caño Manamo.
Logró meterse entre unos gamelotes. Dejó el canalete y comenzó a preparar unos camarones de carnada en el anzuelo. Eran las 5:30 de la tarde. Detrás de él moría la luz.
Ahora se pone más cómodo para tomar la vara de pesca (caña de pesca) y, tras varios minutos de sentir la última brisa vespertina y los chapoteos de marejaditas, mira un borbollón aproximarse a él.
Piensa que es una tonina, o de pronto una culebra de agua. Pero los remolinos se intensificaron más.
Se preparó para el ataque de aquella cosa que no sabía lo que era.
Pero los borbollones desaparecieron. Unos cinco minutos después la piel de Epifanio, un hombre 56 años de edad, pero fuerte, de brazos y pectorales tonificados desde su juventud, comenzó a erizarse y sintió que su cabeza se agrandó. Comenzó a debilitarse, pero intentó no ir en contra de aquella sensación, porque perdería.
A unos metros, sobre un árbol a medio desbarrancarse, una figura humanoide lo miraba. No era un hombre ni una mujer… Tampoco fue un asunto que le importó. Además de no ser determinante para lo que Epifanio relató.
Entonces supo que estaba frente al Nabarao: un espíritu libre de las aguas en la mitología de los indígenas warao. Literalmente se traduce como «dueño de las olas».
Es una especie de deidad que podría ser manipulado bajo oraciones chamánicas. En este sentido, puede actuar para el bien o para el mal.
No es hombre, no es mujer y tampoco lo definen como no binario, ni otra apreciación LGBTI+: no es un tema en el que los waraos pierdan tiempo. «Es lo que es». Para ellos es eso, un espíritu.
La persona que logra dominar este espíritu para el mal, deberá sacrificar su vida a cambio del favor que se le pueda pedir al Nabarao, por lo que acude a dar otras para no ceder su alma.
Tomando en cuenta esta mitología warao y con la nula intención de vincular ( o justificar) los casos de fallecimientos por inmersión con este tema, que más bien se aproxima más a un contexto cultural de respeto que toda sociedad debería poner en práctica mientras se respeten los derechos humanos, entre el año 2021 y 2022 han fallecido seis personas en aguas del caño Manamo.
De acuerdo a un seguimiento de Tane tanae, estas muertes no estuvieron asociadas a homicidios o claros indicios de ello, sino a otros eventos independientes en los que persistieron diversos motivos.
Cuando el warao sabe de alguna muerte por inmersión en la que científicamente ya han determinado que no se trató de un homicidio, entonces recuerdan al Nabarao, el espíritu que puede provocar olas, brisas, corriente de agua, remolinos y tempestades.
Epifanio recordó un ritual que su abuelo le enseñó para ahuyentar al Nabarao y puso en práctica algo similar a lo que los japoneses denominan como «jutsu». (No detalló al respecto) y la figura humanoide se lanzó al río.
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