«Por ahora», así lo ha dicho un funcionario policial de Trinidad y Tobago quien no quiso identificarse (por no estar autorizado) tras un abordaje de este medio de comunicación, a propósito de cumplirse este domingo un mes de la muerte del niño venezolano a manos de la Guardia Costera de la vecina isla.
Lo ha determinado así, porque de acuerdo al reporte tomado de sus guardias en zonas de desembarques ilegales, llevaban a cabo hasta tres persecuciones por semana «cuando ya llegaban a tierra firme».
Según tres migrantes venezolanos, las embarcaciones que zarpan de Tucupita hasta Trinidad, desembarcan a metros de tierra firme, aún en el mar, «donde el agua te puede llegar al cuello si eres muy bajito», reveló uno de ellos. Nadan hasta la orilla y se adentran en la selva, hasta ser rescatados.
Y es lo que confirma el oficial de policía, que tras ser descubiertos, deben intentar detenerlos entre el bosque. «No siempre lo logramos, los venezolanos se arriesgan, pues es su libertad o nada, regresar a Venezuela».
Los arribos han mermado al menos en su zona. El funcionario explica que esta baja siempre ocurre luego de que «hay consecuencias de un viaje ilegal». Lamenta que Venezuela viva estas condiciones, pero que él debe cumplir con la ley y su nación.
Desde la muerte por disparo del niño venezolano, los zarpes ilegales se han detenido en Venezuela. Durante varias semanas no han tenido que perseguir a nadie, dice el oficial. No obstante, cree que la migración venezolana continuará y no descarta otras tragedias mientras siga ocurriendo tal fenómeno social.
De acuerdo con los tres migrantes antes referidos, las condiciones laborales para los venezolanos no regularizados son difíciles. No hay vacantes a diario; pero deben lidiar con su comida diaria y pagar un arriendo mensual, mientras el coste de los servicios públicos incrementan.
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