Al Pájaro Azul se lo tragó, literalmente, la tierra.
Un mes de mayo de hace 7 años desapareció, se esfumó sin dejar rastro alguno.
No solo él, el vehículo marca Chery, propiedad de su hijo, un funcionario de Politucupita, en el cual se desempeñaba como taxista, corrió igual suerte, nada se sabe de su paradero.
Hubo otras desapariciones en el Delta, sin embargo, la del Pájaro Azul fue la más conocida, la más publicitada, la más difundida.
Nunca más movió sus cuentas, ni hizo uso de sus pagos de jubilado, ni utilizó su línea telefónica, ni visitó a su joven mujer y a sus tres hijos, ni se reportó a familiares y allegados.
A 2.555 días de haberse hecho invisible, de su escape del mundo conocido, cabe preguntarse: ¿habrá partido del plano terrenal?
Víctor Carvajal fue o es una buena persona, laborioso, dicharachero, tratable, conversador, en función de ello nada malo debió pasarle.
Sus seres queridos lo tienen en oración, elevan plegarias a diario por él, la esperanza es lo último que se pierde.
Otro mayo sin el Pájaro Azul, ojalá sea el último.
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