La polarización de la sociedad venezolana ya suma 22 años con lapsos incluso calificables de hiperpolarizados. Nada que ver con las pugnas AD-COPEI, que si bien alienaban en ocasiones casi por igual a los venezolanos, nunca apuntaron a la destrucción del adversario.
Para ser objetivos, no es posible afirmar de quien es la mayor responsabilidad de haber caído en los extremos de la descalificación y el desconocimiento mutuo, por lo que recordando a Fuenteovejuna bien podemos señalar que todos lo somos.
Aceptándolo así es también de todos la obligación de despolarizar lo que adelantamos no es fácil, pero si posible, porque revisando estudios de opinión recientes es obvio concluir que la gran mayoría rechaza la recurrente confrontación y apenas redondeando un veinte por ciento –que es muy poco- de nuestros connacionales se inclinan por la aniquilación de aquellos que se ubican en la acera del frente. Que ese veinte por ciento hace ruido y copa las redes sociales nadie lo discute, pero es tanto lo que está en juego que es necesario empeñarnos en que la mayoría silenciosa imponga la sensatez.
La polarización, más la hiperpolarización, motiva a que los radicales contrapuestos mantengan y hasta fortalezcan sus posiciones extremas imponiendo un discurso tan estridente como simplista, sin mayor argumentación.
El caso es que se ha cedido el protagonismo del quehacer político venezolano a los radicales de ambos bandos lo que ha impedido la discusión, el dialogo serio, constructivo, respecto a lo mucho que debe hacerse para resolver la severísima crisis económica-social que enfrentamos y que, peor, pudiéramos continuar enfrentando por años. A un profesor mío en Estados Unidos le oí alguna vez: “la economía no tiene fondo” con lo que es importante que aquellos que creen que estamos en el último peldaño de la escalera entiendan que aún podemos caer más si no nos apuramos en encontrar y viabilizar soluciones.
Mientras permitamos que las narrativas que imperen sean la de quienes acusan al gobierno de derivar en una dictadura que nos lleva al comunismo versus la de los que señalan a las oposiciones –porque son varias- de lacayos del imperialismo y la ultraderecha oligárquica que solo quieren esquilmar a la nación, no existe posibilidad de un dialogo real y esto debe atacarse con prontitud.
Por los muchos que sufren, por los millones que se han marchado, por el mejor mañana de nuestros hijos, hay que quitarle el control a los radicales para construir las bases de una entente que será bueno para nuestros pueblos, sin excepción.
Días atrás, el parlamento venezolano votó por unanimidad la creación de la Comisión especial para el Dialogo, la Paz y la Reconciliación Nacional, presidida por Jorge Rodríguez y de la cual soy parte como primer vicepresidente junto a Francisco Torrealba, segundo vicepresidente. Personalmente confío que en poco tiempo alcancemos acuerdos que nos permitan reencontrarnos sanando heridas y marchando juntos por una nueva nación.
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