Jairo Zambrano, su esposa Eulogia Dicurú y su señora madre Rosaura Zambrano no viven, malviven y si acaso, sobreviven.

Enfermo Javier, discapacitada Eulogia y con las facultades mermadas Rosaura, atraviesan un infierno en la tierra del que solo los salva, frente al rosario de calamidades, la unión familiar.

Actuar como un puño ante las vicisitudes de la existencia, con humildad y devoción cristianas, los redime ante Dios y llena de esperanza.

Residen al final de calle La Planta, al lado del caño, apoyados por los vecinos. Jairo es el único ingreso familiar, percibido por desempeñarse como obrero del aseo urbano. Es un sueldo mínimo.

De lo que los ciudadanos llamamos servicios públicos, únicamente tienen agua y eso, cuando llega.
En dos ocasiones los ayudaron las autoridades, una vez con ropa, otra con dos colchonetas y ocasionalmente reciben combos adicionales a los del CLAP, pero no es suficiente.
No estaban solos, vivía con ellos una nieta de 7 meses, a la que su hija de 15 años les dejó a cargo, viéndose obligados a entregársela a unos familiares debido a que la casa no reúne las condiciones para tenerla.

Al no contar con ningún tipo de seguridad, les han robado hasta las perolas que tenían para cocinar.
Es poco lo que piden, Jairo ser operado, para lo cual únicamente le faltan los materiales al cirujano del hospital Dr. Luis Razetti deltano, quien asumió el compromiso de hacerlo. Y el techo, puertas y ventanas de al menos dos habitaciones, nada más.

“Estamos así como estamos, es lo que hay” finalizó Jairo confiado en que a Tane Tanae lo colocó en su casa el Señor, para obrar el milagro.
Que así sea.