En la lucha olímpica deltana se reconoce una verdad indiscutible, hablando de entrenadores hubo un papa y un papá a la vez, Edgar Ramos.
Con una ética deportiva blindada, la disciplina más rigurosa que se pueda tener y una determinación de acero hacia la victoria, fue uno de los pilares que hizo grande la disciplina.
Sin momentos de descanso en su vida, entregado al trabajo productivo hasta el último de sus días, fue hombre de brega y una persona de bien.
Fueron muchos los atletas que forjaron un excelente currículo bajo sus alas inspiradoras y han seguido minuciosamente sus enseñanzas, repitiendo en sus pupilos el historial de triunfos que Ramos los ayudó a obtener.
Edgar Ramos se elevó al firmamento de los memorables, dejando un ejemplo que de perdurar, mantendrá la lucha olímpica como marca universal de referencia de nuestro Delta.
Hasta siempre Maestro.
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