El Ingeniero Juan Rodríguez siempre tuvo una idea a flor de piel. Un proyecto que desarrollar, un nuevo camino que recorrer, un reto por superar.
Hombre cercano, amigable, afable, inteligente y sumamente emprendedor, devolvía los golpes a la vida con renovadas dosis de optimismo.
Profesional de sueños enormes, desproporcionados, en ocasiones, muy por encima de sus posibilidades, a los que nunca renunció caminando en su dirección hasta alcanzarlos.
Persona ejemplar a la que la vida se le fue haciendo y el mundo se escurrió entre sus manos realizando.
Dios lo tenga en su Santa Gloria.
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