Murió el caballero de los pedales: Julio Martínez

La mañana del Viernes Santo transcurría normalmente hasta que se hizo viral una triste noticia.

Un verdadero caballero, el señor de los pedales, un ciudadano ejemplar, dejó de existir tras montar por última vez su bicicleta de carreras.

Seguros estamos que la despidió al sospechar la inminencia de la muerte. Y casi seguros que ella, objeto inanimado de acero, lo lloró por dentro.

Con 56 años a cuestas, el temperamento sereno y llevadero, afable y diáfano, parecía ajeno a los males que nos corroen y enferman.

Ingeniero de profesión, ciclista de vocación, padre amoroso, categórico amigo, llenaría un catálogo de buenas prácticas y costumbres.

Julio pertenece a la Tucupita de antaño, pletórica de nobleza y familiaridad, la ciudad de la cercanía, el apego y el respeto.

De él solo puede hablarse en positivo y extrañar su presencia. Con Julio se va una parte de la Sultana memorable, de aquella que perdura en los pocos libros que existen y en unas cuantas personas que aún quedan, cada vez menos.

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