Irma García vino, como todos, a cumplir una misión en la vida. Nos corresponde a los presentes, que su partida no sea en vano.
La señora warao de 37 años y siete hijos huérfanos de madre, con padres que brillan por su ausencia, laboró por espacio de 3 meses en una pollera ubicada al frente del edificio en ruinas Doña Margat, mayormente conocido como el “hotel de la coca”.
De allí se fue su última noche –terrenal- a proveer de alimento a los hijos. Solía salir del trabajo relativamente tarde, sobre las 9 pm, una hora poco prudente en tiempos de pandemia, con mucha soledad merodeándola, caminando hasta las Guas Guas, rumbo a los módulos de una de las tantas obras fallidas de algún gobierno de turno, donde residía desde que se mudara de Santo Domingo en el municipio Pedernales, hasta la capital del Estado Tucupita.
Ese fatídico sábado 5 de febrero, hace exactamente un mes, decidió ir con una prima a compartir la festividad del paseo malecón Manamo y al regresar a la medianoche, se encontró de forma inesperada en un fatídico cruce de caminos, con los siniestros sujetos que habrían de arrebatarle la existencia.
Horas antes, vio por última vez pintado en la pared de la pollera, el mensaje que presagiaba su insospechada desaparición física.

Ese versículo permanece en el mismo sitio donde Irma lo observara, claro y solemne, impasible y premonitorio, recordándonos los por qué de su prematura marcha.
La dama partió para que fueran encontrados los responsables y se les sacara de las calles con una sanción tan ejemplar, que durante muchos años no puedan hacerle daño a nadie más al estar bajo encierro.
La abnegada madre emprendió viaje para recordarnos que ningún crimen, el pecado capital, puede quedar impune.
Su extraordinaria resistencia al ataque y abrupta despedida, nos indican que no debe tolerarse la violencia sexual hacia la mujer, sancionándosela de forma severa para disuadir su ocurrencia.
Su partida nos señala que ningún homicidio de una persona considerada en forma despectiva por la sociedad como anónima, debe recibir menos atención que el asesinato de alguien que pueda ser catalogado importante.
El espíritu de Irma elevó sus alas y voló, su misión sigue sin cumplirse.
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