El presidente Nicolás Maduro y la gobernadora Lizeta Hernández hace mucho establecieron un pacto, que va ya por los 10 años.
En el marco de los contratiempos que confrontaban y que aun confrontan, ambos se necesitaban.
Lizeta a Maduro y Maduro a Lizeta, y a los tantos gobernadores oficialistas que a lo largo de la última década, lo ayudaron a sostener el proyecto político revolucionario en el marco de una Venezuela inmersa en serias dificultades.
Lo mismo vuelve a ocurrir en el preámbulo de las elecciones presidenciales, durante el periodo al que denominan año presidencial.
En caso de no darse una megaelección en el 2024, que garantizaría remolcar los votos hacia su figura, el presidente renovará el pacto político ofreciendo a Lizeta la continuidad en 2025, a cambio de la procura de los sufragios para garantizar su reelección.
Un pacto en la sombra que se sostiene en el tiempo y que los mantiene, a cada uno, a cargo de los ejecutivos presidencial y estadal.
Cuando la mandataria deltana dice que hay Lizeta para rato, sabe por qué lo hace. En cualquier momento acudirá a palacio y el compromiso se ratificará.
No le busquen la vuelta, no hay brujos ni espiritistas de por medio, existe una sociedad fundamentada en el ganar-ganar, que les ha dado resultados.
Contra eso, la oposición a Lizeta tiene una sola opción, unidad y trabajo, de lo contrario el pacto prevalecerá y la ocupante por 14 años de la esquina de calle Bolívar, terminará imponiéndose.
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