Por Amador Medina
Es difícil ver surcar una canoa en la que una madre no lleve consigo a su bebé; ya sea en la «doanakaja» (canguro) o en la proa, allí, desnudo, como les gusta, para abrazar la frescura de la naturaleza.
Estando en la ciudad, se enfrentan a múltiples situaciones que las ponen en peligro. Son vulnerables al desprecio del racismo, la aporofobia y la violencia de género.
La cultura warao es muy arraigada a las madres y, como en todo el mundo, son las que llevan orden y cuidado en el hogar. Dentro de este pueblo originario, existe la figura de las «natus» (abuelas), son las que ancestralmente han acompañado con su sabiduría a todos en la comunidad. Por lo general son las de más edad y fungen como consejeras junto a los «aidamos», le da el carácter apacible, de perdón y reconciliación, cuando hay discrepancias entre los habitantes.
Las natus también están como madres protectoras de la salud. Cuando existen enfermedades, acuden a ella para que sea ésta la que recomiende algún brebaje o mediar entre la familia y el «wisidatu» (chamán superior), y así cure a alguna persona con sus «jebus» del bien.
Entre los waraos no existe el patriarcado, por lo que las funciones de mantener el orden y la paz en una comunidad, se equilibra por la presencia de una madre, la de mayor edad.
Madres cercanas
Las madres waraos por lo general son muy protectoras. Representaría una realidad difícil, ver a una mujer sin sus hijos en el conuco, mientras prepara la comida o cuando va a algún otro lugar. Las pequeñas curiaras se ven repletas de personas, porque mamá decidió llevarlos a todos con ella.
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