Estaban contra la espada y la pared. Si se quedaban en la embarcación morirían de hambre, pero en la playa podían ser arrestados y deportados a Venezuela.
Al anochecer los otros migrantes venezolanos que viajaron con Lucía decidieron salir del bote y un policía los detuvo. Estas personas condujeron a los oficiales al lugar donde se encontraba el resto del grupo y todos fueron arrestados.
Ninguno de los policías hablaba ni entendía el español. Solo un migrante sabía el idioma y ayudó a traducir. Los funcionarios le preguntaron a Lucía quién era la persona que la recibiría en ese país, y ella negó que alguien la estuviera esperando. Su hija tenía fiebre y todos estaban a punto de desmayarse por el cansancio. Lea la historia completa en el siguiente enlace.
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