Prof. Luis Figueredo
En política 2+2 no es igual a 4, esto quiere decir, que las posiciones son cambiantes, hoy estás tú, mañana está otro; quienes la han estudiado y conciben como el arte de servir a los demás, han llegado a la conclusión de que la política es para servirle a la gente y no para servirse de la gente.
Hay un viejo adagio que dice «quien escupe para arriba, le puede caer la saliva en la cara», eso cualquier político sensato debe tenerlo en cuenta, las situaciones varían, lo que hoy es, mañana no puede no serlo, por eso todo ciudadano que quiera ser un buen dirigente, debe tener presente este criterio y estar dispuesto a aplicarlo con sus partidarios y con los contrarios a su pensar. Se trata básicamente de algo que llaman «empatía», lo que se conoce como la capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos.
De ahí que, etiquetar o estigmatizar a alguien o a un político en particular con «epítetos» descalificando su personalidad o tendencia, mucho menos si no está inmerso o forma parte de aquello que se le atribuye para luego, en virtud de la dinámica de la cosa pública, tener que compartir con ese alguien las tareas o actividades de movilización, propaganda, captación, etc., en fin, las metas y objetivos de carácter común, debe ser vergonzoso para quien o quienes lo “crucificaron” en un momento dado.
Por eso creo necesario señalar que, para ser dirigentes políticos auténticos, se tiene que contar con algunas condiciones fundamentales, como son: madurez política, visión estratégica, inteligencia emocional, capacidad de motivación, carisma, fácil comunicación y habilidad para lograr la empatía con el grupo que dirige. Lo cual está en las antípodas de algunos que dicen ser dirigentes y que puede llegar a dirigir por imposición, compañerismo, amistad o adulación, pero no por mérito propio, y lo peor aún, si utiliza a sus compañeros, seguidores o aliados, como trampolín para escalar posiciones y luego los abandona a su suerte y se rodea de otras personas ajenas al grupo u organización de origen, esto en política se conoce como deslealtad.

Dentro de los avatares partidistas, quiero hacer referencia al de la «descalificación» de dirigentes opositores regionales y municipales, quienes han sido estigmatizados por otros pseudodirigentes políticos opositores, los cuales están a millas de comprender la magnitud de lo que significa la política como ciencia y como arte para alcanzar los objetivos y fines propuestos para la acción de la gobernabilidad, tildándolos de impuros o muy viejos para llevar a cabo una tarea, tachándolos de innecesarios, incapaces, infiltrados, o lo que es peor, los tildan de alacranes si los ven conversando o compartiendo con amigos de otras toldas políticas, que no están alineados con los firmes, inalterables e impolutos propósitos que mantienen y sostienes esos dirigentes puros.
Resulta y acontece, que: 1) Esos dirigentes que tildan de alacranes a otros dirigentes regionales opositores, viven en peores condiciones que los que dicen ser dirigentes políticos puros. 2) Paradójicamente, esos que dicen ser dirigentes puros o ungidos por un poder dizque superior, se rodean y comparten escenarios con ciertos dirigentes, que están apoyando a dirigentes, que esos dirigentes llaman alacranes, esto en política se llama «doble moral», se pagan y dan el vuelto, y exigen cosas que ellos no cumplen.
En política hay que ser serio con lo que se dice y se acuerda, si no, no hay moral para cuestionar a nadie. Tengan la certeza que, si escupen para arriba, la saliva le va caer en la cara y quedarán ante el pueblo deltano como unos auténticos desdichados de la política.
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