En la historia de Tucupita apenas se menciona a unas personas provenientes de la isla de Margarita que se establecieron en las orillas del caño Manamo, fundando así lo que hoy en día es la capital del estado Delta Amacuro, no obstante, desechan la presencia ancestral de los indígenas caribes y waraos que, desde sus culturas, ya habían fundado esta tierra.
De acuerdo a la historia que ha sido redactada solo desde la mirada no indígena y que se ha extendido de esa forma, dos agricultores provenientes de la isla de Margarita se establecieron en el Delta durante una creciente del río Orinoco en 1848. A simple vista parece uno de los relatos más felices que en los tiempos de invasiones se pudo haber contado.
Lo que los cronistas e historiadores no incorporan en sus escritos y documentos, es que Tucupita, que- según los relatos del Padre Julio Lavandero (+), misionero quien convivió entre los indígenas waraos durante más de 70 años, significa “novia” por la palabra “Turubita” en el idioma warao-, es que los aborígenes ya se habían establecido como sociedad en estas tierras, con leyes, normas de convivencias, con una agricultura y pesca desarrollada.
Según el relato de tres abuelos waraos abordados, los margariteños que arribaron a “Turubita” lo hicieron como los primeros españoles invasores: con violencia y aires de superioridad. Con el apoyo del gobierno nacional de para aquel entonces, despojaron a los indígenas grandes extensiones de tierra, los esclavizaron en su propio hogar e impusieron sus reglas.
Cuando un warao o caribe se negaba a entregar las tierras o ser esclavizado, recibía planazos y era encerrado en casas improvisadas. El más violento de los margariteños fue Pedro Moreno. A partir de sus ataques surgió la frase: “Pedro Moreno, quita lo malo y pone lo bueno”: lo hacía a sangre y fuego.
Así fue como los margariteños fueron ocupando grandes extensiones de tierra, que a la postre fue pasando a otras generaciones, hasta la actualidad. Por eso contadas y opulentas familias cuentan ahora con amplios terrenos. Detrás de todo hay una triste historia de sus antepasados.
Esto no se trata de resentimiento ni odio social, sino de reconocimiento, de revelar la verdadera historia para que nunca más se repita. Los waraos y caribes hubieran querido que la llegada de los margariteños hubiese sido más de intercambio cultural, de respeto, de no saberse más importante que otros, porque a fin de cuentas todos nos necesitamos, sin excepción; tanto el aporte de los no indígenas como el de los waraos cuenta y forma parte del desarrollo de una sociedad, así se refieran a los indígenas despectivamente como, “flojos, ignorantes” u otro calificativo.
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