Para alguien a quien le encantaba rumbear fue un día muy triste. No hubo party, ni bailanta hasta el amanecer, ni unas frías “sacando la resaca”, solo letanías y lamentos.
Donde quiera que esté se habrá sentido compungida. Tanto que le gustaba disfrutar y sembrar alegría, y esta vez, su inesperada partida provocó mares de lágrimas.
Greismar Ramos se despidió sin que sus padres ni sus dos pequeños hijos estuvieran presentes, en medio de un reducido grupo de allegados con llantos desgarrados como música de fondo de una prematura despedida.
La acompañó su inseparable hermano, roto por el dolor y destrozado por la angustia. También los amigos y amigas que forjó en la vecina isla.
A Dillon Karriah, quien manejaba ebrio, le espera -así debe ser- una sanción ejemplar. Su conducta irresponsable al volante ocasionó dos muertes en minutos; es cierto que la penalización no les devolverá la vida, sin embargo, debe escarmentar por lo ocurrido. Una vez que perdemos el ser, no hay regreso posible, únicamente el recuerdo.
A última hora se pudo conocer que sus restos mortales serán repatriados a Tucupita.
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