La Maldición

Por Juan José Jaramillo

En un tiempo lejano, no existían vías de carreteras asfaltadas que comunicaran a las diferentes comunidades ubicadas al margen del caño Cocuina; el transporte utilizado era a bestias, especialmente en burro. Un agricultor que vivía en la zona de la comunidad de La Florida, tenía un burrito que lo trasladaba hacia su hacienda y de regreso al hogar. Un día el agricultor llegó a la hacienda y amarró al jumento para que pastara mientras él hacía su trabajo diario de limpieza en su hacienda. Pasaron por el sitio dos desalmados decididos a robarle el burro. Uno de los malhechores le dijo al otro: -Quítale los aperos al burro y me los pones, ponme el sillón, el bozal, dame un poco de pasto y me lo pones en la boca; llévate el burro y me esperas más adelante-.

En la tarde, cuando el agricultor vino en busca de su burrito, se encuentra con un hombre en cuatro patas con los aperos del burro puestos, que le dice: -Mi amigo, no se asuste, yo era un hombre que fui convertido en burro, mi madre me echó una maldición y me convertí en burro, pero se ha terminado el hechizo y he vuelto a ser hombre, no se asuste, no tenga miedo-.

El agricultor al ver al hombre con aspecto de burro y al oírlo hablar, con el corazón a punto de estallar, arranca a correr partiendo el monte con el pecho, más agitado que perro que huele tigre.

Dos meses después, nuestro amigo acude a unas peleas de gallos en la comunidad de Clavellina y al llegar observa que hay varios burros amarrados a la puerta de la gallera; uno de ellos al verlo comienza a rebuznar y a parar las orejas y trata de ir hacia el campesino, como si lo conociera. El agricultor recuerda lo pasado en la hacienda, se hace la señal de la cruz y dice: Ave María Purísima, a este hombre lo volvieron a maldecir y se convirtió nuevamente en burro y arrancó a correr.

 

 

 

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