Era un supuesto monstruo de los cuentos de hadas, que terminó siendo un frágil y quebradizo polluelo.
Las aparentes atrocidades cometidas resultaron ser pequeños excesos de un alma de cristal, agobiada por las carencias emocionales, las ausencias y los olvidos.
El ogro cuya sola mención asustaba a las damiselas de la tierra de las sirenas, se tradujo en un cachorro asustado ante la repentina presencia de la sombra de la justicia.
El neandertal tosco y salvaje de las redes sociales, se asemejó más a un pichón desvalido, sin la protección del surco materno.
Llanto, temblores, dislates, incoherencias y lamentos en la sala del tribunal, fueron los sistemas defensivos de un endeble Bruce Banner, que jamás fue el Hulk que se quiso representar.
Las tinieblas de la historia de un trol y una princesa, en la cual hubo igual punto de partida y disímiles llegadas, en el reducido espacio de 4 paredes.
Ni lo uno ni lo otro, dos víctimas, una más que la otra, sujetas al torbellino de existencias encontradas, que requieren de apoyo y auxilio urgentes.
En honor a la verdad, poco más que decir.
Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia, hasta los dólares que supuestamente cobramos o pretendíamos cobrar.
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