La candidata más glamorosa de las elecciones opositoras primarias arribó a Tucupita.
Sobre el mediodía del pasado sábado, se produjo la tan esperada visita de la líder de una organización política, cuyas siglas (EC) recuerdan afamadas marcas de moda.
Con una puesta en escena típica de grandes estrellas, su equipo preparó la muchedumbre en la esquina de la calle Mariño cruce con la avenida Arismendi, diagonal a la catedral Divina Pastora, para luego descender del bus con el que recorre Venezuela, protegida por la seguridad, en medio de un enjambre de fotógrafos.
A partir de ese momento, guiados sus seguidores por jóvenes monitores que encendían con vítores, consignas y aplausos el fervor de la compacta masa, recorrió la Mariño, doblando en la esquina de calle Tucupita, para culminar con un mitin desde el camión que transportaba el sonido, metros antes del minúsculo puente al que algún dirigente envanecido le dio por ponerle Simón Bolívar, y al que deberían por respeto al Libertador, cambiarle el nombre.
Allí se desató, justificando el hecho de ser considerada una de las más enconadas y severas críticas de la gestión presidencial, con señalamientos de grueso y severo calibre.
Curiosamente, al verla entre la multitud, repartiendo besos, sonrisas y abrazos, acostumbrados a la impecable imagen que muestra en televisión, algunos se preguntaban: ¿será ella?
Luego, sorpresivamente, se fue hasta el paseo malecón Manamo, dando un corto recorrido en curiara, como prueba de lo que hará en caso de llegar algún día a ser presidenta.
Delsa se bajó del pedestal de la pantalla plana y de la finura al vestir, tallado su rostro en un depurado maquillaje, al asfalto candente del pueblo llano derrochando simpatía y dejándose querer, en prueba de que aspira en serio y llegará hasta… donde pueda llegar.
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