Dr Aquiles J. Amares P.
José Gregorio Hernández Cisneros, Sí, el mismo que viste y calza dice la voz del pueblo: el siervo de Dios, el Venerable. Pretendo bocetar de la manera más sucinta y con evidente respeto, algunos elementos respecto a la figura venerada, amada, bendecida y bendita de la estatura de Santo del pueblo venezolano, hecho indiscutible. Pretendiendo ser objetivo, con el riesgo de subjetividad evidente que ello significa, y con la brevedad de este escrito, referir hechos destacados del médico de los pobres.
Recoge uno, muchas veces sin pretenderlo, testimonios de sanaciones milagrosas de la mano y gracia espiritual, que sin lugar a dudas vienen ampliando la presencia y fortaleza de JGHC en el pueblo. Apelo a los hechos manifiestos popularmente y los que someramente dan cuenta del hombre de ciencias que se dio totalmente a la causa del bienestar de la salud y espiritualidad de sus pacientes, hechos exponenciados por la fe del pueblo venezolano, luego de su fallecimiento. Por ahora no es mi intensión – evidentemente – una investigación arqueológica exhaustiva que vaya más allá de este opúsculo. Pero si aprovecho de asomar mi modesta opinión.
Hombre de Ciencias
Se reconoce la gran vocación y dedicación de JGHC, en haber dado impulso a las ciencias médicas en Venezuela. Hechos que lo destacan junto a figuras como los doctores Francisco Risquez, Emilio Ochoa y Luis Razetti; su amigo, entre otros pioneros de la medicina de finales del siglo XIX e inicios del XX. Formado en la Universidad Central de Venezuela y la Francia que impulsó la modernidad en las ciencias de la salud, lo que le permitió traer a la nación pueblerina de aquel momento, los más avanzados conocimientos de medicina a la par de los más novedosos equipos. También compaginó estos quehaceres profesionales con el ejercicio de la docencia y la publicación de novedosos textos y obras de medicina del mayor interés para los entendidos. Testimonian estos hechos, la incuestionable trayectoria de hombre de ciencias que significó JGHC, en la Venezuela que se abría paso hacia nuevos horizontes en el campo de la salud. Heredero fiel de Hipócrates, en conjunción de conocimientos y prácticas, además de una vocación por atender a sus pacientes a quienes en casos facilitaba hasta las mercantilizadas medicinas. De hecho, se cuenta que el día de su trágica muerte, diligenciaba la adquisición de medicamentos para un paciente suyo.
Hombre de Fe
Hombre religioso, desde su matriz hogareña en la región andina. Creyente de la causa y fe Diosana, que lo manifestaba en sus visitas cotidianas a templos y en conjunción con sus prácticas cristianas, en sus procederes y tratos con sus semejantes. Hay en el presente momento en la antesala de su elevación protocolaria por parte de la Iglesia a los más elevados estatutos de santificación; al final de un tortuoso recorrido de pruebas y valoraciones religiosas, una exaltación de su figura como reconocimiento meritorio sin cuestionamiento alguno. Tal vocación y práctica profesional, médica, religiosa evidentemente social, le destacó progresivamente en el tiempo como el Santo del Pueblo Venezolano, en el más grande de los reconocimientos religiosos y prodigiosos.
Más allá del enrevesado, obstaculizado y por ello complejo y demorado reconocimiento por parte de la institucionalidad religiosa cristiana, apostólica y romana de JGHC., ya su santidad de médico y santo de los pobres se lo ha ganado desde hace mucho tiempo. El cuestionamiento de su asocio con cortes religiosas de procedencia aborigen o afro venezolana, no desmerita su reconocimiento. Ese sincretismo de los pueblos, que lo veneran y lo hacen suyo, se incrementa y da fortaleza a la religiosidad e imaginario que enriquece la inmaterialidad espiritual y cultural del venezolano, hecho en franca expansión.
Hay que tener en cuenta que los actos protocolares que se preparan para el ascenso oficial por parte de la institucionalidad religiosa cristiana, no desmerita la figura de JGHC., pero habría que tener en cuenta, el evitar caer en la mercantilización compulsiva en perjuicio de su feligresía. En todo caso, se estaría incurriendo en la expropiación a los hombres y mujeres del pueblo de su venerada y amada santidad.
Mucho se ha escrito y se seguirá escribiendo, respecto de la figura de José Gregorio Hernández Cisneros, máxime en fechas cercanas a su consagración oficial de santificación. Pero su figura, vista a todas luces, revestida de virtud contra cualquier ataque solapado o abierto, no estaría demás por lo significativo para el país entero en el reconocimiento prestigioso e invocación como hecho que incrementa la confianza, en el arraigo de una nueva subjetividad colectiva de pueblos creyentes y amantes de la Paz.
¡El Sol de Venezuela nace en el Esequibo!
¡Carabobo, memoria heroica y gloria de la Venezuela eterna!