Irma García vino de Pedernales a Tucupita a buscar la muerte (+fotos)

Irma García Mota tomó hace aproximadamente 8 meses una decisión de la que ya no podrá arrepentirse, venir de Pedernales a Tucupita.

Quizá los segundos finales de su existencia clamó a Dios y deseó no haber partido nunca de Santo Domingo, comunidad indígena de aquel municipio; quizá no tuvo tiempo de pensar, apenas de defenderse, por desgracia, esos momentos fueron brutales, feroces y mortales.

Debió estar consciente, no bebía licor y solía acostarse a esa hora, así que vivió en carne propia la película de terror que se escenificaba ante sus ojos, flagelando su humanidad.

Varios desalmados, se supone que cuatro, la levantaron en vilo y la condujeron hacia la playa enmontada del paseo malecón Manamo, al lado de la cancha Riverside, quitándole el ser.

20 metros más allá la esperaban como cada noche, cuando venía de culminar su jornada laboral en la pollera ubicada al frente del edificio Doña Margat, mejor conocido como el hotel de la Coca, sus 6 pequeños hijos, incluyendo una niña casi adolescente.

No alcanzó a llegar, al otro extremo del parque aledaño a la guarapera, lugar de pernocta de sus retoños, fue despegada del suelo, sostenida en el aire hasta la orilla del rio mientras iban cayendo sus sandalias y la ropa interior, y lanzada bruscamente una vez mancillada, en un boquete de orilla quedando como un juguete roto.

Se presume que sucedió un poco después de la medianoche cuando regresaba de las festividades del paseo, al que había acudido a acompañar a una prima. Lamentablemente regresó sola y esa fue su perdición.

Cerca del Comando de Zona, en diagonal a la Secretaria de Seguridad Ciudadana, a 30 pasos cortos de su improvisado hogar, un número impreciso de aberrados sedientos de sexo violento, la usaron a su antojo y la despacharon a la tierra del más allá golpeando con una piedra grande y sólida su cabeza.

8 meses antes vino, renunciando a regresar tres meses atrás cuando devolvieron en caravana fluvial a sus paisanos.

Hay pistas, un supuesto percance minutos antes en el malecón podría encerrar la clave; también el trabajo científico que desarrolla el Cicpc.

Existe solo una certeza, indiscutible e irrebatible, su muerte no debe quedar impune.

 

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