Se trata del más reciente poemario del escritor venezolano Alberto Jiménez Ure, cuyo expresivo y por demás elocuente título no deja tan siquiera un ápice de dudas acerca de su contenido temático. Se trata de una plaquette de unas 42 páginas que reúne la más reciente forja del poderoso estro lírico del también extraordinario narrador y ensayista cuya vasta obra literaria ha contribuido sustantivamente a enriquecer la tradición estético-verbal de nuestro país e incluso del continente de habla hispana.
Conociendo, tal como le conozco, pues su amistad me enorgullece y enaltece intelectual y afectivamente; no podría esperar de él una propuesta poética menos beligerante y densa, contentiva de una ética y una estética de profunda resonancia filosófica y política en el más estricto sentido aristotélico.
Un antiguo proverbio árabe reza que: “los hombres se parecen cada vez más a su tiempo que a sus padres”. Pues, Jiménez Ure da fe plenamente de ello. Con este libro (en formato digital, PDF) el poeta y, ex aequo novelista, cuentista y ensayista testimonia y asume su singular condición de testamentario crítico irreverente, heterodoxo y ácrata del tiempo histórico que le tocó vivir.
Estos poemas de la más ígnea y encendida iracundia verbo-lingüística dejan constancia de un ethos proveniente de propuestas poéticas contenidas en libros suyos tales como Trasnochos y Luxfero que en su momento estremecieron la sensibilidad estético-literaria de la Venezuela de la década de los años ochenta de la pasada centuria. Sobre ambos libros de poesía escribí mis impresiones y esbocé mis críticas literarias en periódicos y revistas culturales de aquellos años.
Este nuevo poemario de Jiménez Ure que enhorabuena viene a hacernos benéfica compañía intelectual a quienes adoptamos la poesía y la lectura de poesía como la última casamata irredenta del espíritu de resistencia ética, moral e intelectual ante la tentación autoritaria, despótica, tiránica del Moloch estatocrático bolivariano-socialista.
Dice el poeta en el primer texto del libro que ahora comento:
“He sido perseguido
Hostigado y amenazado de muerte
Por dictado de la Organización Mundial de la Salud.
Me obligan a usar «mascarillas»
Que no impedirían contaminar [me]
Del Virus Comunista Chino de laboratorio bélico”. (pág. 3)
El poeta no evade la terrible embestida del expansionismo socialimperialista de la “plaga amarilla” en su inocultable pretensión neohegemónica que pugna por apoderarse de este recodo del planeta para terminar de expoliarlo y saciar su voraz apetito de materia prima con el fin de satisfacer las demandas de la sociedad posindustrial del totalitarismo sinocomunista.
En estos textos poéticos de Jiménez Ure se percibe la impronta de Arthur Schopenhauer, de Friedrich Nietzsche, un inocultable pesimismo de raigambre cioraniana exhalan no pocos versos y fragmentos prosados con vigoroso ímpetu de rebelión y desacato moral e intelectual que, obviamente, despiertan la más viva y entusiasta admiración del lector.
No me gusta tildar con adjetivos calificativos la prosa poética de Monsieur Ure porque su timbre elocutivo es radicalmente evanescente y evasivo y se resiste a taxonomías académicas e institucionales al uso; por tanto me ciño a los textos que se bastan a sí mismos como un artefacto autotélico que no necesita de prótesis denominativas.
Mucha herejía antiautoritaria transita por estas abrasadoras construcciones poéticas, mucho desacato a la fatua representación teológica del Vicario de Cristo en la tierra por su inhumano estruendoso silencio en torno al crimen de lesa humanidad cometido por el monstruo totalitario chino con la invención de la pandemia del covid-19 y cohonestada y legitimada por el celestinaje abominable de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que a un año de la pandemia planetaria aún no ha condenado con suficiente énfasis categórico el ataque viral bacteriológico de la China comunista contra la especie humana.
El poeta profiere con encomiable valentía moral:
“No admito
Que «beatos»
O «virtuosos»
Presuntos
Me miren
Como a un
Atrevido hereje
Porque denuncio
Que su «Pontifex»
Encubre maleantes:
Es público y notorio
La devastadora
Perversidad moral
Que ese individuo exhibe
Mientras arroga santidad […] (pág.5)
Este libro de Jiménez Ure recrimina el intento del mal de entronizarse sobre la faz del orbe terráqueo y condena la fallida pretensión tanatocrática del comunismo internacional y sus satélites de estados forajidos, fallidos en la región latinoamericana. De igual modo con una racionalidad ontolumínica que no oculta su parentesco con la aufklarung dieciochesca alemana el poeta adopta una clara y meridiana postura por la vida, la democracia liberal, la tolerancia y la convivencia pacífica y civilizada de los que piensan distintos.
Como fiel exponente de un universo metafórico que hunde sus raíces en las simas abisales de lo real dado constituido Jiménez Ure iza y flamea su poemática extrayendo del topos ouranos terrestre perlas y gemas lexicales que no obvia su filiación con la poesía de la rebeldía e insurgencia ontológica del ser cívico que ha nacido en una república civil que ha sido confiscada por la barbarie de izquierda con rostro humano:
Los bárbaros han consumado
La destrucción física e institucional
Del país donde nací pero –corajudo
Enfrento el «decadentismo asfixiante»
Que fustiga a una derrotada, por salvajes,
Nación de fétidos, incultos y harapientos […]
Me obstaculizan satisfacer
Mis necesidades fundamentales,
Mientras ellos arrogan poder y lujos”. (pág.19)
En este libro Jiménez Ure reivindica su orgullosa filiación con los poetas malditos de la estirpe del Conde de L`autreomont y ello me remite a la admiración ilimitada que sentía el poeta cumanés José Antonio Ramos Sucre por el amargo y pesimista poeta italiano Giácomo Leopardi cuando el autor de La Torre de Timón dijo: “Leopardi es mi igual”; valga el dato para dejar constancia aquí que desde hace más de treinta años leo y releo la obra literaria de Ure y doy fe del renovado fervor con que mi espíritu lector se impregna de júbilo cada vez que el autor de este poemario sorprende a sus lectores –que somos legión- con una pequeña joya literaria como esta.
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