Según una añeja; milenaria, leyenda aborigen propiamente americana, la paternidad pródiga y venerada del Hombre sabio – como modestamente se autonombra la especie homínida -, descansa en una radiante estrella.
Tal vez el error esté en la verdadera procedencia de tal paternidad y/o maternidad, en todo caso. Confusión mayúscula que las más ortodoxas, heterodoxas, atrevidas y avanzadas mentes no terminan de aclarar; disipar dudas pues.
Hipótesis, tesis, hipertesis, categorías y teorías producidas al calor emanado del fuego de la revolución del conocimiento científico o no científico en todo caso, indican que una pigmentación verde, esmeralda en todas sus gradaciones, que está presente en plantas y organismos autónomos en la elaboración de su propio alimento, es captadora y transformadora de energías, permitiendo una larga cadena de procesos que gobiernan la vida tal y cual es conocida, sentida, padecida, vivida.
Digo a mis más respetados y admirados discípulos en jornadas de intercambio de saberes, ¡¡somos hijos del Sol!! A lo que responden con las más diversas reacciones de asombro, estupor y hasta incredulidad; ¡este profesor está loco!… ¿Cómo la luz que gradualmente puede producir cualquier cantidad de efectos hasta incluso matar, puede entonces producir vida…biomasa, querible, amable, besable, amada…?
Ojidu
¡Carabobo, memoria y gloria heroica de la Venezuela eterna!
¡El Sol de Venezuela nace por el Esequibo!
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