Carlos Mardonio Valenzuela Matheus emprendió un viaje sin retorno, rumbo a los confines del Universo, en busca de la Casa Grande a la que todos iremos algún día a reunirnos con el Creador.
El locutor más popular de los fines de semana, uno de los pocos radiodifusores que combinaba la estereofonía de la palabra con los efectos sonoros encapsulados en un computador, dando vuelo a la imaginación de los oyentes e inventando mundos que nadie como él podía recrear, hizo maletas sin pasaje de vuelta.
Oriundo de Curiapo, se convirtió a fuerza de talento en el más famoso de los curiapeños.
Poseedor de un estilo inimitable, locutando de pie, bailando al son de la programación musical las tres horas que duraba el espacio sabatino, sin descanso ni tregua, ni perdida de aliento, ni descenso en los niveles de testosterona, como haría un boxeador a lo largo de 15 asaltos, era una fija los weekend y uno de los locutores con más seguidores del Estado y sur de Monagas.
Enteramente sano, normalmente a bordo de su bicicleta recorriendo a diario la ciudad capital, con indumentaria deportiva y la sonrisa a flor de piel, inexplicablemente enfermó y poco a poco, comprendiendo lo difícil que era ganarle a la corriente, se dejó ir hasta partir definitivamente.
Este 25 de octubre las ondas hertzianas se vistieron de negro, secundando en infinita procesión al jinete de postín de Roncerver, que las cabalgó con clase y donaire, convirtiéndose en leyenda.
Hasta siempre Carlos Mardonio o su nombre de aristócrata Charles Val.