Érase una vez que Jesús Hidalgo “Chugaby” fue conocido en Delta Amacuro, como el “hombre fuerte” de Héctor Rodríguez, coordinador nacional del Gran Polo Patriótico y gobernador de Miranda.
Tal consideración se difuminó luego que el exconstituyentista se apartara del Psuv, y retara a Lizeta y a Pedro Carreño a la vez.
Cuenta la leyenda, que a partir de ese momento el mandatario de la calva brillante, le apagó el teléfono, sin responderle nunca más.
Veraz o falsa la historia, transcurrió un tiempo hasta que el líder de la tercera vía y muchacho de confianza de Maduro y Diosdado, escogiera una figura emergente, joven y capaz, que se convirtiera en sucesor o relevo de aquel a quien llamaban el hijo de Dios.
Una vez que lo divisó, lo puso de su lado, lo protegió, lo arrulló y sin dar largas al asunto lo designó como enlace estadal del Gran Polo Patriótico, trabajando de la mano con él.
El mismo Héctor que tiempo atrás impulsara a “Chugaby” como potencial candidato a la gobernación, ahora encamina al parlamentario de barrio Libertad.
¿A qué lugar en el firmamento de los poderes públicos pretende proyectar la figura del vicepresidente de la comisión de Asuntos Indígenas de la Asamblea Nacional? Si juzgamos por las aspiraciones pasadas de Hidalgo, secundado por Rodríguez, la respuesta sobre Martínez es obvia.
Con una gran diferencia: “Chugaby” lo regó, lo divulgó, lo cacareó, no hubo a quien no se lo dijera, comportándose incluso como si ya fuera el gobernador, mientras que “Francisquito”, como lo llaman cariñosamente algunas y algunos, no da pistas, señas ni indicios de querer serlo.
Quizá aprendió que las cartas en el juego de truco no se muestran.
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