El Sr. Francisco Díquez necesitaba drenar densa y profusamente, contar largamente su historia, un relato que fue incubado durante más de 100 días de prisión.
A esa tarea lo ayudó su defensor el Abog. Orlando Salvatti, quien entiende que todo proceso legal, con sus más y sus menos, más allá de los tecnicismos, acusaciones, alegatorias y sufrimiento, requiere –posteriormente, una vez libre- despejar el alma de tanto peso, dejarla volar.
En virtud de ello promovió, y el Sr. Diquez lo acogió gustosamente, comunicar a través de diversos medios, su sentir, agradecimientos y perdones.
Perdones sí, perdones a quienes en virtud de hacer justicia, fueron tremendante injustos; disculpas sí, a los que dudaron de su persona sin siquiera preguntar, a sabiendas de que el productor pecuario no ha tenido ni tiene bienes de fortuna; dispensas si, a los que habiendo preguntado difundieron lo contrario a lo que escucharon, injuriando y difamando, pregonando algo que no fue.
También necesitaba depurar su único pesar a lo largo del tortuoso camino que le correspondió padecer, haber vendido la finca a personas que le proporcionaron un uso enteramente distinto al que durante 30 años le dio, torciendo el destino de unos predios con vocación agrícola, que eran de los más bonitos de Manamito.
“C’est la vie”.
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