Solía llamar ilustres a los demás cuando él era el verdadero ilustre
Uno de tantos Cequeas destacados, quizá el de mayor proyección.
Hijo del propietario de una tipografía, se ufanaba de las enseñanzas de su padre Matías y de los libros que había leído, llegando a recitar párrafos enteros de Los Miserables de Víctor Hugo.
Presidente de la comisión de Educación del Senado del extinto Congreso de la República, tuvo intervenciones de gran valía en momentos álgidos del panorama nacional.
La calidad de su retórica le ganó el reconocimiento plural de ser uno de los mejores oradores y formadores en el área, que el Delta haya tenido.
En su honor cabe decir que, siendo uno de los docentes definidos como de la vieja guardia, lograba con la magia de su verbo captar la atención y hacer volar la imaginación de los alumnos o participantes de sus clases magistrales de Lengua y Literatura.
La última vez que se le vio en Tucupita, vino a ejercer el derecho al voto, cónsono con su vocación democrática.
Perteneció a la cohorte copeyana, seguidora del expresidente Rafael Caldera, cuyos méritos residían en la entrega al oficio de servidor público y el estudio.
Este sábado partió a hacerle compañía en el ámbito de nuestra iconografía espiritual, a su héroe imaginario Jean Valjean, condenado a 5 años en su inmortal novela preferida, por robar pan para alimentar a la familia.
Alejandro hurtó en los libros para nutrir el alma de los deltanos. Dios lo tenga en su Santa Gloria.
Vamos a encontrarnos en Telegram https://t.me/Tanetanaedelta