
Salvemos al caño Manamo
Luis Alberto Ospino
El que otrora fuera inspiración de poetas y cantores, quienes exaltaban sus virtudes y belleza, hoy se encuentra a merced de sus depredadores, expuesto al olvido y abandono por sus predilectos hijos; sí, me refiero como titula este artículo, al caño Manamo, al novio de Tucupita, el sultán de la tierra del agua, el que hoy agoniza por falta de cariño gubernamental.
Es sabido que nuestro Delta es un territorio formado por la acumulación de sedimentos, aquellos que el Orinoco viene arrastrando en su curso por milenios, antes de entregar su caudal al mar Caribe en la fachada atlántica; este fenómeno amenaza con convertir el brazo del río padre, en un enemigo peligroso para los habitantes de Tucupita.
La pérdida de profundidad por la acumulación de sedimentos, está provocando la muerte de especies y la pérdida de oxígeno en sus vitales aguas, situación que pudo evitarse, si se hubiera mantenido el dragado periódico que en otros tiempos se realizaba, sobre todo en el curso de navegación.

Hace mucho que no se le draga, es importante señalar que, de continuar esta situación, el caño Manamo, ese mismo que nos deleita, como espejo de los rojizos atardeceres, puede pasar de ser un majestuoso paisaje a la cloaca más grande del oriente venezolano, generando persistentes olores desagradables, ya presentes en nuestra ciudad, contagiando enfermedades y epidemias que terminarán afectando a los habitantes de las riberas de la capital deltana y sus pobladores.
Por ello quiero, con esta modesta opinión, llamar la atención de las autoridades regionales y locales, para que se aboquen con urgencia, a realizar su respectivo mantenimiento y dragado, evitando de esta manera, que el imponente recurso natural, perezca por la indolencia de nuestra generación, «Salvemos al caño Manamo».
