El primer médico warao, Jesús Jiménez

El texto que leerán a continuación, data de 1988, es decir, fue publicado hace 36 años.

Apareció en las páginas de El Mundo, diario vespertino del grupo Últimas Noticias, cuya circulación cesó en 2016, luego de existir 58 años.

Por tanto, estando el Dr. Jesús Jiménez vivo, en plenitud de facultades físicas y mentales, corresponde a una etapa intermedia de su existencia, cuando comenzaba el ejercicio profesional en la tierra de sus ancestros.

Lo escribió un gran deltano, Adolfo Salazar Quijada, ya fallecido, antropólogo de profesión y docente universitario de la Universidad Central de Venezuela, quien fue un reconocido especialista en el área de la toponimia (disciplina dedicada al estudio de los nombres propios).    

Con el encabezado, simple y sencillo, “Jesús Jiménez Monagas”, lo agregó a un libro recopilatorio de reseñas biográficas, curiosidades toponímicas, artículos de interés general y menudencias afines, publicado por el otrora Instituto Universitario de Tecnología Dr. Delfín Mendoza, bajo el título “Botón de bora”.

Su valor es testimonial, en recordatorio de un hecho natural para el común de los mortales, más de un ineludible valor histórico para el pueblo warao.

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Jesús Jiménez Monagas  

Siento una gran satisfacción al hacer este público reconocimiento al esfuerzo y la constancia de este singular deltano, que lleva el nombre de Jesús Jiménez Monagas. Se trata del primer medico guarao egresado de las aulas de la Universidad Central de Venezuela el año 1988.

El doctor Jesús Jiménez nació en Araguaimujo, localidad situada en el Territorio Federal Delta Amacuro, el 3 de mayo de 1956, cuyos padres, Buenaventura Jiménez y Eusebia Monagas de Jiménez, también indígenas, se ocuparon no solo de transmitirle vivencias, cuentos, leyenda, tradiciones y costumbres de la cultura guarao, sino que se preocuparon por enseñarle también elementos de la cultura nacional, el idioma español y la inquietud por los estudios.

Sus deseos de superación surgen -de acuerdo con sus propias palabras- a raíz de escuchar los sollozos de su madre, cuando se lamentaba del mal trato que recibían de la población criolla, sin embargo -y es justo reconocerlo- gracias al apoyo de los misioneros capuchinos del Delta, estudio la primaria en la Misión de San Francisco de Guayo, situada a orilla del Caño Osibucajunoco (lugar donde salta el morocoto) y la secundaria en el Liceo de San José de los Teques (Estado Miranda).

Su espíritu de servicio lo motivo para la escogencia de la profesión que hoy posee, por lo que se graduó de médico en la UCV con excelentes calificaciones y con el aprecio de sus compañeros de estudios y de sus profesores, entre los que destaca el Dr. Francisco Montbrun, actual Ministro de Sanidad y Asistencia Social.

Durante su carrera universitaria recibió la colaboración material y espiritual de algunos de sus amigos y especialmente de los padres salesianos, quienes le brindaron alojamiento y el apoyo necesario para culminar con éxito sus estudios de medicina. Paradójicamente -nos confiesa- no recibió la ayuda esperada del organismo oficial encargado de los asuntos indígenas del país.

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El primero

Jesús Jiménez, el primer indígena guarao que logra obtener el título universitario de médico, pudo vencer todas las vicisitudes que cualquier persona puede tener para salir airoso de las aulas del Alma Mater. Es una muestra evidente de lo que puede lograr un ser humano cuando tiene dignidad, talento y deseo de superación. Es un ejemplo que dignifica al indígena guarao y al Delta del Orinoco.

Hoy presta sus servicios a los miembros de su propia comunidad en el Hospital de Nabasanuka, situado a orillas del caño del mismo nombre, en el Departamento Antonio Díaz del Territorio Federal Delta Amacuro. Tuve la oportunidad de conocerlo personalmente y pude observar su voluntad de servicio para resolver problemas de salud a sus semejantes indígenas, quienes acudían masivamente a él con la esperanza y la confianza de obtener una solución a sus males.

El Dr. Jesús Jiménez debe confiar en el espíritu de solidaridad de los deltanos, quienes sabremos dar todo el apoyo necesario para que pueda desarrollar una labor sin obstáculos en beneficio de la salud de los indígenas guarao del Delta del Orinoco; por eso, sus temores sobre las dificultades que eventualmente puedan presentársele en el empeño de sus funciones, estoy seguro que serán vencidos con su tenacidad, su deseo de servir y con la ayuda de las autoridades regionales y del pueblo deltano, porque el éxito de su labor es un reto de todos.

El Mundo, 21 de noviembre de 1988.

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