Al chocar con Pedro C., llevó el enfrentamiento a otro nivel.
Se inmiscuyó en instancias que trascendieron a la turca, en las que el líder juvenil terminó estrellándose.
Pedro C. neutralizó las influencias nacionales del deltano, forzando cambios en las alturas que lo dejaron solo, y lo inmovilizaron política y financieramente.
Remoción completa de órganos policiales, enfilando sus baterías hacia el exconstituyentista con persecuciones sistemáticas a sus cercanos y acoso a su persona, revisando hasta el más mínimo expediente en procura de caídas; cambios impensados en la directiva de los poderes públicos acantonados en el Delta, restándole respaldo y cobertura; copiosos recursos en el comando de campaña de Pedro C., mientras “secaba” a su rival poniéndole difícil desplazarse, al limitar el acceso al combustible; vigilancia constante a sus posibles financistas; y un permanente seguimiento de corte parapolicial dirigido a desestabilizarlo.
El también guía religioso ajustó inteligentemente su estrategia imaginando un escenario triunfal en el que David derrotaba a Goliat, lo que no pensó o se negó a considerar es que David venció a un Goliat, no a dos juntos. Allí estuvo su margen de error, el fallo razonable.
Este mayo lluvioso, de manos de la azulona vuelve a soñar, agarra un segundo aire sobre lomos de una divisa deportiva, que está pagando con creces la enorme cantidad de recursos y esfuerzo que invirtió en consolidarla, despertando su ilusión y forjando nuevas quimeras.
Si sabe aprovecharlo le irá bien y retornará a los primeros planos, de lo contrario, habrá perdido una valiosa oportunidad de emerger del ostracismo público y el olvido.
Con una única y exclusiva condición: se puede vencer un Goliat a la vez, nunca dos.