Es un hecho consumado, los protagonistas de un reality show, un performance de la vida real a la vista de todos los últimos tres meses, son candidatos.
Abraham, casi emulando la figura bíblica, fue el primer patriarca de la oposición en inscribir su candidatura a la gobernación, abandonando la comodidad de su reposo hogareño con la mejor vista posible del lar de la actual mandataria, en procura del feudo Ejecutivo del Estado deltano. Con una sola diferencia, no lo hizo por mandato divino, fue convencido nuevamente por el hijo de Jesús, del popular “Chuma” Hidalgo, para volver al ruedo e insistir en la búsqueda de la tierra prometida.
“Chugaby” hizo lo propio formalizando sus pretensiones ante el órgano rector del proceso electoral, en compañía de los candidatos de la maqueta conformada por la Alianza Democrática Deltana, a todos los estamentos y cargos.
Sin mucha fanfarria, de forma sencilla, en medio de un ambiente de camaradería, pisando tierra, el hombre de DTQ asumió su nueva realidad y estrenó un insólito punto de partida del lado que tanto combatió, y de la mano de muchos de sus antiguos adversarios.
Esperemos que asuma que es hijo de Jesús, de Jesús María Hidalgo, ya que del Jesús de los cielos, lo somos todos. Y al patriarca Abraham, un hombre justo que rompió con la idolatría de su pueblo y lo condujo en busca del verdadero Dios, y no aquel de las macumbas o los hechizos, que no le tome tanto tiempo alcanzar el valle de los sueños.
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