La muerte de Jesús Tablante ocurrido un 13 de octubre de 2024, fue uno de los hechos que más impactó en el salonismo del estado Delta Amacuro. Jesús, era un árbitro curtido con los años, con su distinción consumada, su alta credibilidad, trayectoria y autoridad ganada en todas las canchas donde usó el silbato de forma acertada.
Su decisión era ley en la cancha, pocos se atrevieron a poner en tela de juicio su determinación.
En los círculos del fútbol de salón llagaron a pedir, incluso, que Jesús Tablante fuera el réferi en los partidos más exigentes, donde sabían que las decisiones arbitrales debían ser las más acertadas. De allí que en una final era habitual ver a Jesús Tablante en el tabloncillo.
No podía ser otro, tenía que ser Jesús.
Bastaba una mirada, una seña, unos pasos con determinación para que cualquier jugador bajara incluso la mirada. Era la autoridad que imponía, la certeza de sus decisiones que persuadía, la credibilidad ganada, y el respeto a su figura.
Sin embargo, Tablante ya dejó a una nueva generación de árbitros que han asumido la tarea con la responsabilidad que implica el difícil trabajo de pitar.
Era la estampa del árbitro inexpugnable, toda una personalidad.
Más allá de toda la hidalguía de Jesús en la cancha, su condición humana fuera de ellas, catapultó el profundo respeto y cariño que se ganó de parte de todos.
Como conductor de bus como trabajador del Instituto del Deporte del Estado Delta Amacuro (Indeda), recorrió kilómetros interminables junto a centenares de delegaciones deportivas que viajaron fuera de la entidad confiados en su responsabilidad a la hora de estar frente al volante.
Jesús nunca mostró señales de darle fin a su carrera como árbitro, tal vez en algún momento pararía, pero no sería ese 2024.
Torneos nacionales, regionales y comunitarios fueron engalanados con la figura de Tablante, como fue conocido en las “arenas” del país.
Aquel 13 de octubre de 2024, la vida decidió dar un golpe bajo, y Tablante partió repentinamente.
A un año de su deceso.
