El «jefe» de Fe y Alegría Educomunicación que incursionó en los caños asume otra responsabilidad
Fotos: Bernardo Colina / Alexeyev Ramos | Texto: Francisco Pérez
En el trayecto se le multiplicaron las canas, prueba suprema de sabiduría.
Nació en Táchira e hizo de Tucupita, al otro extremo del país, la meca de sus esfuerzos y anhelos.
Obedeciendo el mandato imperativo del padre Velaz, fue bastante más allá del asfalto, río adentro, hasta la desembocadura del Orinoco.

De sus trajines y afanes y los del equipo que lo acompañó, nacieron cual manga de mago decenas de proyectos traducidos en múltiples beneficios.
Con la bandera de la educación por delante, no hubo obstáculo imposible, todos fueron cediendo a su paso.

Gobernó Educomunicación el septenio más difícil, el del Covid y la crisis profunda de la economía, con una calificación final positiva, encarnando la máxima «el hombre es del tamaño del compromiso».
Y aunque muchos no lo conocieron en persona, su larga y cálida sombra anduvo alentando valiosas iniciativas.

Lo que no logró, no dependió de sí mismo, a otros que pudieron apoyarlo les faltó la Fe que a Luis le sobró.
A cargo ya del financiamiento de los cuatro programas de Fe y Alegría (Escuela, Universidad, Capacitación y Educomunicación), si lo saben valorar, como de hecho parece, tendrán un gerente extraordinario que hará crecer flores donde reina el desierto y llover en comarcas de la sequía.

A sabiendas que bastante le deben en muchos lugares, la deuda de gratitud que contrajimos en Delta Amacuro trasciende la existencia física.

Con numerosos retos por delante surgirán nuevas canas y con ellas, mayor sabiduría.
¡Éxitos Luis!


