ÚN | Gerardo Blanco
Jesús Lezama (Tucupita, 9-2-1919) fue durante setenta y cinco años el alma de la fiesta de los Leones del Caracas. El legendario triunfo de los héroes del 41 en el Mundial de La Habana, cuya mayoría de jugadores se unieron al Cervecería Caracas y la creciente rivalidad con el Magallanes, hizo que se convirtiera en el fanático y animador número uno de la novena lupulosa y, posteriormente, de los gloriosos Leones. “Magallanes tenía al Loco Ramos, hermano de Chucho Ramos, que animaba al equipo. Así que yo me presenté con una trompeta al estadio de San Agustín en 1944 para animar al Cervecería, del que me hice aficionado en 1941. Todos los fanáticos iban al estadio empaltosados y había mucho respeto”.
A sus 102 años, Chivita sigue gozando de una salud de roble y una envidiable memoria que se enciende para recordar con detalle su vínculo con el beisbol y los Leones. “Yo pagaba mi pasaje para viajar, cuando el equipo jugaba en el interior. Nunca pedí que me pagaran un sueldo por animar al Caracas. Lo hice por amor, porque me gustaba. El gerente del equipo, Francisco Rivero, me incorporó en 1977 a los viajes; me daban viático y habitación. Pero jamás cobré un sueldo”, reitera su profundo respeto por la divisa más ganadora del beisbol venezolano.
De la Caracas de los años 40, de sus inicios como animador, soplando a todo pulmón su inseparable corneta, rememora su festiva alegría. “Era una ciudad de rumberos con sus grandes orquestas como la de Luis Alfonzo Larrain y Caracas Happy Boys del maestro Billo. Iba a todas esas fiestas y mi favorita era de Larrain con Elisa Soteldo cantando jazz y blues. Caracas era bella, no te dejaban entrar a la plaza Bolívar sin paltó y corbata por respeto al Libertador”.
Fue marino en la escuela de grumetes en el Cañonero Urdaneta y luego dedicó su vida a trabajar como cobrador del Instituto Nacional de Obras Sanitarias, que todavía sigue en deuda con él. “Ganamos la demanda laboral, pero sigo sin cobrar mis prestaciones sociales como obrero. Tengo la visa para ir al cielo, pero me falta el pasaje. Espero que el presidente Maduro ordene mi pago para poder viajar en primera clase”, dice con humor. Compartía sus labores de cobrador con la de animador de los capitalinos. “Solo tuvo dos cornetas. En un partido en el estadio San Agustín, los aficionados de Magallanes me robaron la pera y empecé a soplarla. Luego se me perdió en Barquisimeto y compré otra con la que seguí apoyando al Caracas hasta que me retiré”.
Pese a las cervezas y “otras cosas” con que lo ofrendaban los fanáticos rivales, cuando recorrían las tribunas con la bandera tricolor y el ruido de su corneta, Lezama solo tiene palabras de reconocimiento para los seguidores de los equipos. “Los fanáticos de Venezuela son los mejores del mundo. Solo tengo cariño y respeto para los aficionados de todos los equipos sin excepción”.
De su relación con los Leones, atesora su amistad con el fallecido utility César Tovar. “Era un gran bailarín, igual que yo. Bailábamos mucha salsa en las fiestas de Caracas. Cuando lo cambiaron a los Tigres, me pegó mucho”, dice de uno de los movimientos más polémicos en la historia de los melenudos.
“Tovar murió amando a los Leones, igual que algún día me tocará despedirme a mí”.
Jonrón decisivo
La final entre Caracas y La Guaira de la temporada 1966-67 es uno de los recuerdos más gratos que le dejó su afición por los capitalinos. “Se disputaba la Copa 400 aniversario de la ciudad. La Guaira estaba ganando el partido final por paliza, pero Caracas remontó con jonrón de Paul Casanova para ganar ese campeonato”. La derrota más dolorosa que lo sigue entristeciendo fue el revés del Caracas en el llamado campeonato rotatorio que disputaron Pastora, Gavilanes, Magallanes y Caracas. “Al mes estuvimos eliminados, llegamos de último en este torneo que ganó el Pastora. Nos dieron una pela”. Pero se enorgullece de que su equipo se levantó para “convertirse en el más ganador y con más récord en la Lvbp”.