“Las nóminas están saneadas” dijo la actual rectora del Ejecutivo
En vísperas de la elección de gobernadores del 25 de mayo, cuya realización se traducirá en un cambio de timón, luego de 16 años de jefatura de Hernández, la mandataria saliente ha ido desgranando los que considera los principales logros de su gestión.
“En aras de garantizar la estabilidad laboral, cada funcionario público forma parte de su nómina natural, lo que le permitirá hacer carrera administrativa y optar a la jubilación”, expresó.
“Se eliminó el desorden producto de los choques horarios o las asignaciones cruzadas, los trabajadores saben a quién reclamarle, cuáles son sus deberes y a que patrón responder. Es un sistema de pagos, roles y desempeño organizado”, manifestó un vocero de su gobierno.
Médico de profesión y gerente por vocación, arrastró consigo la experiencia del sector privado al estatal, confeccionando un cuerpo estructurado de personal que le funcionó también en lo político. “Lizetica” giraba instrucciones a los directores de línea y a los dirigentes de base -claramente definidos- para triunfar en los comicios.

El modelo hibrido, nóminas consolidadas y liderazgo comunitario definido, con jefes en uno y otro ámbito de manos entrelazadas, se tradujo en rendiciones de cuentas claras, sobre el manejo de los recursos en campaña y los votos obtenidos. Ambas “contabilidades” tenían que cuadrar.
Si los números proyectados no se daban, las cabezas políticas rodaban y se daba a otro la oportunidad.

Fue un modelo exitoso en lo electoral, refrendado en tres de los cuatro periodos (el primero operó una fuerza distinta).
Quizá sea el mayor legado de Lizeta, resultados incontrastables en la continuidad revolucionaria al frente del gobierno deltano. Aunque para ello, empleara el puño de hierro que la caracteriza.
