Como si nada andaba J. G. Moya Salazar por las calles de Tucupita, cuando lo abordó una comisión de la Policía Nacional Bolivariana.
Los de azul afinaron el “eagle eye”, que no es otra cosa que el ojo de águila y se percataron de que algo raro ocurría, el transeúnte tenia la mirada esquiva y retorcida de aquellos que ocultan algo.
Lo demás fue coser y cantar, una somera revisión al sistema SIPOL, determinó que el Tribunal de Primera Instancia de Control de Tucupita, lo solicita por los delitos: distribución y venta de sustancias estupefacientes y psicotrópicas y violencia de genero.
Moya quería tomar aire fresco y quizá alguna bebida, pasear y divertirse, encontrar alguna dama con la que practicar MMA y regresar a casa a dormir, pero se interpuso la justicia.